Hace unos días leí esta frase: “Dentro de poco no necesitaremos Cuentacuentos”.
Para apoyar el texto, se incluía la imagen de un programa informático e interactivo en el que aparecían niños risueños.
Al interiorizar dichas palabras, sentí un pellizco en el alma Y al igual que los avestruces, que esconden la cabeza para escapar de los problemas; yo, no leí el artículo y traté de ignorarlo.
Pero la dichosa frase, comenzó a repiquetear en mi cabeza una y otra vez.
Acompañada de un montón de interrogantes: ¿Será posible vivir sin Cuentacuentos? Y yo, ¿puedo vivir sin contar cuentos? Y mis amigos “Cuentistas”, ¿Qué va a pasar con ellos?
Y comencé a analizar la situación:
Es verdad, que desde que yo soy consciente, han existido diversos modos de sustituir al narrador, por medio de discos de vinilo, cintas para cassettes, muñecos parlanchines, libros lectores e infinidad de artilugios varios.
¿Pero acaso, todos estos objetos o incluso el “Cuentacuentos informático e interactivo”, son capaces de sustituir la calidez, la ternura o la simpatía que puede aportar un narrador?
¿Podrían contener un murmullo a través de una mirada o con el simple hecho de bajar la voz? ¿Conseguirían mantener la atención durante cincuenta minutos? ,………………...
Estoy completamente segura que NO.
Y es que me he dado cuenta de que el hecho de contar se remonta a los orígenes del
Ser humano, en cada familia, cada tribu, cada poblado, siempre ha habido una persona o personas que se han encargado de contar y trasmitir historias, de divertir, entretener y educar a través de la palabra. Y yo pregunto: ¿cómo puede morir un oficio que seguramente es el más antiguo del mundo?
Silvia no puede morir, por que contar cuentos es un instante mágico insustituible que una vez que lo pruebas engancha, que llena de magia tu vida, de ternura de alma y despierta tus emociones y sensaciones.
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